Muchas veces, el paso por el probador puede convertirse en un martirio. La luz, la temperatura, el poco aire, los espejos potenciadores de defectos o la estrechez del espacio, son algunos de los culpables de que el probador sea inhabitable. Aquí te contamos cómo superarlo:
Es muy probable que elijas las prendas por talla para probártelas, y dudes si engordaste o si las tallas encogieron. Esto plantea el importante problema de unificar las tallas de ropa. No puede ser que una mujer talla M salga del probador pensando que es una XL. Lo mejor para esto es ver la prenda y pienses si te puede quedar bien o no. La talla es un número, lo importante es que te quede bien.
La iluminación es la principal culpable de potenciar esos defectos que no agradan. Lo mejor es que los probadores tengan la luz lo más natural posible. El problema de la variación de luz entre tienda y probador hace que los colores se perciban de distinto modo. Si es necesario, sal a la calle para comprobar con luz natural el tono real de lo que estás a punto de comprar.
Siempre ha circulado la leyenda de que las tiendas tienen espejos que nos hacen ver más delgadas. Si tienes dudas de tu espejo sal de probador, y mírate en el del al lado o al frente.
¿Te ha pasado que entras a probadores tan pequeños que llegas a sentir claustrofobia? Si te han dado ganas de salir corriendo, no eres la única. A pesar de lo fácil que es comprar en Internet, aún quedan muchas a quienes les gusta comprar en tiendas, dar un paseo con las amigas y ver la ropa en vivo y en directo. De hecho, según una reciente encuesta, el 71% de los clientes son más propensos a comprar artículos después de probárselos.
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